Balance Crítico de la Corte Suprema (Introducción- El Vicio Original)

Balance Crítico de la Corte Suprema (Introducción- El Vicio Original)

Es un lugar común decir que la Corte Suprema designada bajo el gobierno de los Kirchner, significó un gran avance en relación a la llamada “Corte Menemista”. Para ello debemos tener especialmente en cuenta que esta última soportó una gran ofensiva mediatica-politica, que agravó su desprestigio, mientras que la “nueva” Corte gozó y goza en líneas generales de muy buena prensa.
Muchos letrados acompañamos en general el proceso de sustitución de la vieja Corte y recibimos alborozados a los prestigiosos juristas que fueron convocados para integrar a la “nueva”.
En este acompañamiento inicial, que todos efectuamos de buena fé, ya se encuentra un vicio fundamental que es característico y que tiñe al colectivo denominado “clase media” y que a la postre se constituye en un sino fatal del desenvolvimiento de la realidad social y política.
El vicio fundamental al que me refiero, es el de hacer “la vista gorda” a los aspectos formales y constitucionales mientras el resultado concuerde con mi ideológia, gustos o preferencias.
Todo el mundo criticaba a la Corte menemista y todos estábamos felices con la designación de juristas de renombre y prestigio. No nos importó –como sociedad- que la remoción de los viejos jueces y designación de los nuevos jueces no respetara la formalidad jurídica.
Este vicio de origen, como el virus de una enfermedad, impele una dinámica a los hechos, que tarde o temprano presenta los signos, síntomas  y  consecuencias de este origen espúreo. Parafraseando, se trataría del famoso “lo que mal empieza mal acaba”.
El origen vicioso, ilícito o irregular de las cosas, como un cáncer latente, infecta a los hechos . Su manifestación puede ser cuestión de horas, días o años.
Retenga el lector este concepto, pues en este blog volveremos una y otra vez sobre este concepto, aplicado a temas como el “corralito”, la política de derechos humanos o el tema de la deuda externa.
Se trata de la vieja cuestión de si se puede construir sobre bases endelebles o arenosas el futuro social. Se trata de saber si la violación a las normas o el incumplimiento de los contratos, pueden ser una base sólida a partir de la cual se pueda erigir una Nación.
Se trata de saber en definitiva, si estas bases (generadas por la famosa “vista gorda” social) no nos condena a un seguro fracaso. Es una bomba que se activa, estamos seguros de su explosión, pero como no sabemos el momento, no nos importa.
Se dice que el concepto de patria implicaba para los romanos la tierra de los padres, la tierra donde descansaban los huesos de los antepasados. Los argentinos hemos cambiado el concepto, construyendo el concepto patria sobre la sangre, la muerte y la humillación jurídica de vastos sectores sociales. La pregunta es si este proyecto es viable.
Retomando y enfocando sobre la nueva Corte, debo reconocer que aguarde con ansiedad los primeros fallos del Tribunal, en la esperanza que iba a encontrar fallos y doctrinas inspiradoras, que iban a constituir el sendero donde los abogados íbamos a ir forjando con nuestra contribución una sociedad mejor.
Leía los fallos de la Corte con la esperanza cándida de aprender derecho. Hoy como balance crítico puedo afirmar, anticipando algunas conclusiones,  que no encontré un solo fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que me pareciera esclarecedor o bien fundado. No aprendí nada nuevo de los fallos de la Corte, por el contrario, me llevo la impresión que todo lo estudiado y practicado durante años no me sirvió de nada.
No se trata de coincidir o no coincidir con una determinada posición, en este caso sobre el máximo tribunal. Se trata de ver como juristas si el Tribunal respetó la Constitución Nacional, contribuyó a la seguridad jurídica o presentó posiciones que significaran un avance jurídico del que toda la sociedad se podría beneficiar en algún momento.
Por mi parte, como lo he hecho en muchos otros temas, no tendría ningún inconveniente en aceptar,  que si bien no coincido con tal o cual fallo, el mismo es una pieza magistral del derecho, muy difícil de controvertir o refutar. Pero no es este el caso: la mayoría de los fallos de la Corte están mal presentados y no resisten el somero análisis jurídico de un estudiante de derecho o la lógica de cualquier persona de mediana cultura.
En todos los fallos importantes de la Corte, en los fallos de relevancia institucional,  se nota una intencionalidad o componente político. Este componente político, como un cuerpo extraño en la mente de los jueces,   redunda a la postre en seria fallas en el razonamiento o la presentación defectuosa de los fallos (incluso desde el punto de vista formal).
Es como si la posición o el interés político les impidiera ser coherentes. Al forzar los razonamientos para acomodarlos a una postura o solución política, el razonamiento queda como descolgado o inválido.
Debo aclarar, que cuando me refiero a fallo me refiero al dictamen de la  mayoría del cuerpo. También debo aclarar que en algunos casos los votos en disidencia de Fayt, Petracchi o Argibay pueden considerarse votos sólidos y bien fundados, pese a no compartir el suscripto sus conclusiones.
Pero, volviendo a la contaminación política de los fallos, cuando estos mismos vocales (Fayt, Petracchi o Argibay) integraron algún voto en mayoría tuvieron que “forzar sus argumentos” lo que redundó en piezas incoherentes y no válidas como razonamiento jurídico.
La Corte actual resignó su papel de rector en materia jurídica para privilegiar su  supuesto rol pólitico que alguna doctrina –que no comparto- pretende ensalzar. En otro trabajo volveré sobre este tema tan espinoso.
Volviendo al vicio original de esta Corte, es decir el procedimiento por el cual se removió la vieja corte menemista y se designó la actual, la sociedad en su conjunto y los abogados en particular aceptamos acríticamente que se haya promovido  el juicio político y removido a los integrantes de la Corte Menemista en base al análisis y revisión de distintos fallos (casos: Meller, Macri-Sevel y Margariños)
El puntapié lo dio Nestor Kirchner en un discurso dado en cadena nacional en junio de 2003. http://www.lanacion.com.ar/501404-los-puntos-salientes-del-discurso-presidencial
Ante la presión mediatico-politica, el primero en renunciar fue Nazareno. http://www.parlamentario.com/noticia-2393.html
Luego tocó el turno de Moline Oconnor http://www.parlamentario.com/noticia-2413.html, http://www.parlamentario.com/noticia-2421.html
Finalmente a Adolfo Vazquez http://www.parlamentario.com/noticia-2774.html
Rescatemos lo más importante: seguramente los exjueces menemistas debieron cometer innumerables irregularidades en el ejercicio de sus funciones, no me cabe duda en ello. Pero usar como pretexto para remover a un juez el análisis de un fallo pasado en autoridad de cosa juzgada, es un verdadero escándalo.
La división de poderes establece como máximo y último tribunal judicial a la Corte Suprema. Con ello se le delega a la Corte ser el último intérprete judicial. Se trata de la famosa “píramide jurídica”, en cuyo vértice esta la Corte Suprema y la Constitución. En su base, los jueces, las leyes, decretos y resoluciones. En esta píramide, organizada en definitiva por la Constitución Nacional, la facultad “jurisdiccional” (juzgar, decir el derecho) se reserva para el Poder Judicial.
Que el Congreso se arrogue conocer y analizar un fallo de la Corte es un verdadero despropósito. Ni el Congreso, ni el Poder Ejecutivo puede intentar analizar un fallo judicial y mucho menos destituir a un integrante de la Corte como consecuencia de ese “análisis”.  No encuentra validación constitucional que los otros poderes sean interpretes de fallos y en muchos casos siquiera están capacitados intelectualmente para ello.
Además, el procedimiento adolece de una enorme falla lógica: en lo fallos cuestionados (para mi irrevisables por los otros poderes),  los jueces de la Corte sentenciaron en algún caso en consonancia con la posición de los Tribunales inferiores (jueces y cámaras). La gran pregunta es  por qué no se fue contra ellos también?.
Nada de ello le importó a la sociedad, nada de ello le importó a los abogados, todos estábamos encandilados con la llegada de los “monstruos sagrados del derecho” a la Corte Suprema. El mal anida dentro de nosotros, como no podía ser de otro modo.
Dr Eduardo Terzian.

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