Pobreza y Delito: una visión critica.

Pobreza y Delito: una visión critica.

En forma constante, desde los medios de comunicación desde la política, se nos bombardea con la supuesta relación unívoca que existiría entre la pobreza y el delito. El objeto del presente post, es muy modesto y consiste en fomentar al lector a profundizar en el tema, provocándolo con algunas reflexiones.

Siguiendo la línea de grandes pensadores (B.Russel, Popper, etc), creo necesario precisar algunos términos para que el lector pueda adentrarse en el tema y  tomar conciencia, que muchas discusiones son motivadas por la ambigüedad, vaguedad, impresión emocional o connotaciones ideológicas, propias del idioma que utilizamos.

A veces nos encontramos discutiendo «el sexo de los ángeles», tan sólo porque no pudimos ponernos de acuerdo en el «tema» a discutir. Muchas discusiones desaparecen, en cuanto podemos precisar los términos de la disputa, demostrando que en el fondo no existía como tal, siendo una mera ilusión producto de las características del lenguaje cotidiano.

La discusión de la relación entre pobreza y delito tiene todos los condimentos para que nos distraigamos con cuestiones semánticas e ideológicas. Así es como se sostiene rápidamente que la pobreza «causa» el delito o menos rotundamente, que entre ambos términos hay una relación «directa», ya sea que la pobreza «favorece» al delito como que la pobreza «genera» delito. De allí se sigue política criminales que hacen hincapié en la «inclusión social» como supuesta forma eficiente de combatir el delito en todas sus formas.

Primera aproximación: que es el delito?

No voy a dar una definición dogmática ni mucho menos de lo que constituye «delito». Para que podamos avanzar, basta saber que «delito» es una serie de conductas, muy precisas, que el Estado se reserva reprimir en una forma mucho más dura (prisión, reclusión, multa o inhabilitación) y que se encuentran generalmente reunidos en un cuerpo legal llamado Código Penal. Disculpen los colegas por esta definición por demás simplista y poco precisa.

Las conductas que el estado se reserva para reprimir especialmente, afectan a «bienes» de distinta índole: la vida (homicidio), la libertad (secuestros, raptos, coacciones), la propiedad (robo, hurto, estafa), la salud (narcotráfico) etc.

De tal forma, cuando analizamos la relación entre pobreza y delito primero deberíamos precisar a qué tipo de delitos nos estamos refiriendo. Por ejemplo: habría alguna relación entre el delito de estafa (cuello blanco) y la pobreza?.

Con ello podemos ir despejando algunos interrogantes y tomar conciencia que cuando machacamos con la supuesta relación entre estos términos, nos referimos generalmente a los delitos más comunes: robos, hurtos, homicidios. Es necesario aclarar que no siempre los delitos comunes son los más importantes en cuanto a sus consecuencias para la sociedad, pero son los que mayor visibilidad tienen. Así las cosas, la «gente» entiende fácilmente lo que es un «motochorro» o una «entradera» o «salidera bancaria», etc. Pero se le dificulta entender en qué consiste el delito de «Peculado», «Negociaciones Incompatibles», «incumplimiento de los deberes de funcionario Público», «Administración Fraudulenta», etc, etc.

Conclusión: podemos estar de acuerdo que comúnmente cuando señalamos la relación entre pobreza y delito, nos referimos a los delitos «conocidos» por la sociedad.

Segunda aproximación: saltando entre dos mundos.

Existe un malentendido fundamental en la discusión del tema que nos ocupa. El malentendido consiste en analizar y pretender unir acríticamente dos mundos. El llamado mundo del «ser» y el llamado mundo del «deber ser».

Qué queremos significar con estas palabras “difíciles”.  En el mundo del ser está la naturaleza, lo que mis sentidos pueden captar, lo que puedo contar, agrupar, mensurar, etc. Generalmente cuando hablamos del mundo del ser, usamos un lenguaje “descriptivo”, un lenguaje que hace referencia directa a algo que se puede ver, oír o tocar.

En el mundo del «deber ser» nos movemos en el campo de los significados, de lo valorativo, de los «ideales», de las «normas», de las prohibiciones y permisos. Simplificando: de lo que consideramos bueno o malo, lindo o feo, correcto o incorrecto.  Como se ve son conceptos culturales que existen en cuanto tales solamente en la “mente” del hombre y no existen independientemente del hombre. Entre estos dos mundos no hay un «contacto» o un puente que a su vez pertenezca a otro mundo. Simplificando nuevamente: naturaleza y «cultura», descripciones y valores. Dos mundos paralelos.

La pobreza es un concepto del «ser». Es un concepto que pretende tener un correlato directo y «fácil» con un hecho comprobable y descriptivo de la realidad. Delito es un concepto del «deber ser», un concepto cultural, un concepto «normativo», una construcción humana valorativa de la cual nos servimos para buscar un fin. Por supuesto que este concepto tiene aspectos objetivos y hechos, pero su sustancia -en el caso de los delitos el mandato prohibitivo de una determinada acción- es una decisión humana cultural de reprimir determinadas conductas que se considera disvaliosa para la sociedad. Es una opción que el legislador realiza entre muchas opciones decidiendo por alguna «razón» prohibir y sancionar determinadas conductas en una forma «reforzada». De cierta manera y por supuesto, es una decisión moral. Con ello también se concluye que el concepto «delincuente», también es un concepto cultural-del deber ser-valorativo-moral. Todo ello en términos genéricos, por supuesto que podríamos matizar muchas de las aseveraciones anteriores.

Nuevamente simplifiquemos: supongamos que ser pobre es no tener dinero en el bolsillo, de allí, de esa verificación no se sigue inmediatamente la «necesidad» de incurrir en una acción sancionada como delito por el Código Penal. Es decir entre una descripción (falta de dinero en el delito) y decisión (delito) no hay contacto. Son dos mundos paralelos, el mundo del ser y el mundo del «deber ser». Un abismo. No se puede saltar sobre el abismo alegremente

Enseñan los maestros del derecho, que no se puede justificar una decisión y/o  preferencia  (valor) o una acción en base a una descripción (hecho). Por ejemplo: si me preguntan por qué (la razón, el motivo) hago determinada cosa, no puedo contestar con una descripción, para justificar debo “incorporar” un  valor.

Supongamos que alguien me preguntara el por qué elijo un determinado destino para veranear, no puedo justificar esa decisión haciendo una mera descripción del lugar o mostrando un parte meteorológico. Necesito incorporar un “me gusta…” o “prefiero la montaña al mar….”, etc.

Nuevamente, para justificar una acción debo moverme en el campo de los valores-preferencias-opciones-elecciones, etc.

Con ello concluimos: en el análisis de la conducta delictiva, en cuanto opción humana cargada de significado no se puede establecer una relación directa con una descripción (falta de dinero en el bolsillo), necesitamos algo más en el análisis. Ese algo es el abordaje cultural-valorativo.

Tercera aproximación: que hacemos con la historia y la realidad?

Todos aquellos que hacen referencia a la pobreza como “causa” del delito tendrían que poder explicar:

. Por qué hay pobres que no delinquen?

. Por qué en otras etapas de la historia argentina la gran mayoría de los pobres no delinquían?

. Porque en el rating de países más pobres del mundo (áfrica, Asia) no presentan los índices delictivos de nuestra sociedad o si se quiere, nuestras modalidades delictivas?

Nuevamente voy a recurrir a la simplificación extrema para ilustrar: alguien escucho hablar de bandas de motochorros en Nepal, Butan, Somália, etc? Alguien escuchó hablar de salideras bancarias en Burundí?

Es obvio que no. Como también es obvio para cualquiera que conozca la materia, que las bandas de motochorros, arrebatadores, secuestradores o las bandas especializadas en asaltar bancos o blindados no están compuesta por delincuentes famélicos que luchan para llevar el pan a sus hijos.

Así las cosas surge inconcebibles sostener que la pobreza es la causa del delito y que la “inclusión social” (vista como inclusión económica) terminaría con el delito en estas modalidades.

Algunas conclusiones

 

Visto los argumentos anteriores creo que podríamos establecer algunos principios rectores en la materia bajo análisis:

Algo, distinto de la mera constatación de la falta de dinero en el bolsillo tiene que motivar a un hombre a delinquir. Ese “algo” es un componente valorativo-cultural, imposible de reducir a términos descriptivos-económicos.

La motivación o determinación o inclinación u opción hacia el delito hunde sus raíces más profundamente en factores culturales, sociales y de profunda raigambre valorativa, antes que en medidas económicas.

Esta determinación hacia el delito, tiene mucho más que ver con aspectos tan heterogéneos como: los valores sociales medios vehiculizados en las producciones culturales como la música, el deporte, la televisión; o la subculturas criminales o la dinámica interna en  determinados grupos (pandillas, barrios, cárceles, etc). Agreguemos a ello fenómenos típicos de nuestra era como el desclasamiento o el desarraigamiento del habitad natural de las personas.

Me permito una experiencia  personal: hace poco estuve en Jujuy, allí conocí a dirigentes de comunidades de los llamados pueblos originarios. Con sus dedos me señalaban jóvenes sonrientes jugando y/o trabajando en sus modestos hogares, explicándome cómo alguno de ellos, cada vez que iban a Jujuy capital incurrían en delitos y caian presos. Baste este ejemplo para demostrar la profundidad y complejidad del tema.

También y fundamentalmente tiene que ver con el estado y la crisis de los más grandes “niveladores” o equilibradores sociales que tuvo nuestro país, entre otros la escuela pública, la Iglesia, la familia, e incluso el maldecido “servicio militar”

La crisis de estas instituciones produce la anomia social, la falta de estratificación jerárquica de los valores medios de una sociedad, que mantienen en equilibrio la misma. En este racconto, tampoco podemos olvidar la crisis de la ejemplaridad política que torna “natural” para los demás sectores la invitación al delito.

Asimismo, decisiones políticas que presumen de ser ayudas para los pobres recrean las condiciones para la delincuencia. Ejemplo de ello es la permisividad hacia los asentamientos ilegales o la permisividad hacia actividades callejeras marginales (trapitos, limpiavidrios, etc)

Un asentamiento ilegal tiene en su germen la ilegalidad y constituye claramente un delito. Alguien puede suponer que aquello que empieza como delito (usurpación de terrenos) no coadyuva a una “carrera” en la ilegalidad.

Asimismo, aquellos que realizan tareas marginales en la via pública son presa facíl de propuestas ilegales. Basta estar en la “calle” para que lluevan las propuestas ilegales de todo tipo, cualquiera que conozca el derecho penal sabe que esto es cierto.

Por supuesto que no puedo desconocer la incidencia del factor económico en la producción del delito, nadie puede ser tan necio como para ocultar el sol con las manos. El factor económico no “causa” el delito (sobre el concepto “causa” escribiremos otro artículo) pero crea las condiciones que pueden facilitar la acción de los factores que sí producen al mismo. Por ejemplo: la falta de empleo arroja a la marginalidad  a grandes sectores, esta situación resquebraja los lazos familiares y sociales y torna vulnerable al individuo hacia valores divergentes y/o opuestos a los que la sociedad quiere aceptar como comunes para su convivencia. También la pobreza “facilita” el delito, en cuanto que permite a las organizaciones criminales (no pobres) esconderse en lugares inaccesibles y al margén del poder estatal.

El individuo marginado (familiar, económica, social o culturalmente) siempre será terreno fértil para germine el delito. Pero es inaceptable e irritante que se pretenda equiparar al pobre con el delincuente, como forma de eludir el tratamiento de problemas mucho más complejos que la falta de recursos económicos.

Un comentario en «Pobreza y Delito: una visión critica.»

  1. Coincido en casi todo lo referido en esta reflexion. Menos el ejemplo de africa, cuyas tribus se desgarran en cruentas luchas y desde el misero poder que les otorga la posesion de pequeñas porciones de comida para con ellas someter al pueblo. Creo que aqui y en todas partes del mundo hay grupos de personas que tienen una vida tan miserable no solo signada ppr la ausencia de un resguardo economico. Sino por las constantes vejaciones a las que son sometidas por su entorno familiar,que juStificados en la pobreza, dejan desamparados a sus descendientes, su tarea de transmitir valores queda relegada.
    La pobreza es el caldo donde los politicos mojan el pancito. Por decirlo de alguna manera grafica, y los medios, publicidades etc, inducen al ser humano hacia una aspiracion vana que es la obtencion de bienestar material,para asi hacer su propio comercio. Sin siquierA reparar en el daño que eso produce en la sociedad que no tiene ni conoce el ascenso soocial.
    No se si te interesa mi opinion pero ahi la tenesjajaja. Igual es un tema demasiado largo para discutirlo por este medio. Podriaa convocar a reuniones de debate

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